miércoles, 9 de febrero de 2011

NIGHTINGALE


Leonard Cohen
-Book of Longing-



I built my house beside the wood
So I could hear you singing
And it was sweet and it was good
And love was all beginning

Fare thee well my nightingale
'Twas long ago I found you
Now all your songs of beauty fail
The forest closes 'round you

The sun goes down behind a veil
'Tis now that you would call me
So rest in peace my nightingale
Beneath your branch of holly

Fare thee well my nightingale
I lived but to be near you
Though you are singing somewhere still
I can no longer hear you

.

lunes, 24 de enero de 2011

Migration

Doug Aitken - 303 Gallery, N.Y.

Video-instalación del artista californiano Doug Aitken.

Museum of the Architect Luis Barragán

 Por Dorothy Tanck de Estrada

In Mexico City there are many impressive and beautiful museums and monuments, such as, the Anthropolology Museum, the Cathedral, and the Templo Mayor. One of the least known museums is the Home-Studio of the Architect Luis Barragan Morfin, builder of the Satelite Towers, north of Mexico City, of beautiful homes with reflecting pools and vivid colors. In 1980, he wan the Pritzker Architecture Prize.

The Museum was his home during the last 30 years of his life. Surprisingly, is not in a rich part of the city, but tucked in the narrow streets of a lower middle class neighborhood. Originally, the site was in semi-vacant land. Barragan brought his garden into his living room, scattered religious images in many rooms, included bright colors in furniture and what most impressed me was the narrow very long and high wooden staircase, without a banister which graced his study. 




Tiburón a la Vista


Por María Tarriba Unger 

Otra noche que lo corrían de la cantina. "Pinches toreros, son todos putos" pensó "El Cárcamo", a quién de esta forma habían bautizado sus amigos de borrachera. Lo bueno es que cuando llegara a casa abriría el Facebook y ahí, en letras rete bonitas, estaba demostrada su amistad con Juan Villoro, Panchito -tan simpático- Hinojosa, Federico Campbell. ¡Esos sí eran amigos! Escritores de primera línea, no como la bola de bueyes que se la pasaban dándole carrilla. Encedió la computadora. Buscó unas líneas de Villoro. Debía estar de viaje. De Campbell, nada. A Panchito seguramente se lo había comido la computadora. Amigos de computadora ¿Amigos? Desde un punto de vista unilateral sí lo eran, pero por más borracho que estuviera podía recordar que él más bien pertenecía al fan club. Y el fan club no se había percatado de su existencia. Bien, entonces ¿Quienes eran sus amigos? Ya nadie en realidad, admitió con tristeza "El Cárcamo".
Lo bueno es que "El manotas" le había vendido un six de Pacífico en la sorda. "¿Y si me suicido?"  Contempló el escenario de su funeral con deleite. Se imaginó el llanto de Lupita de La Rosa, que sólo al verlo muerto lo empezaría a amar. "Así son las pinches viejas" se dijo. Pero también habría que ver a sus "putitas". A todas las había dejado enamoradas. Imaginó mujeres peleando en lodo alrededor del ataúd. Sonrió.
Con ellas sí contaba. Igualito a García Marquez con sus "putas tristes". Quedó complacido ante tan ingeniosa analogía.
No. No lo mataría el alcohol como vaticinaban todos. Había tomado una decisión irrevocable: moriría como un valiente ahogándose en Olas Altas. Ya lo había pensado mil veces. Ahora pasaría del dicho al trecho. ¿O del trecho al hecho? En su estado actual no se acordaba, pero seguro era una estupidez que había oído en la cantina.
Sí. Acabaría con todo metiéndose al mar en Olas Altas. Iba a lo seguro, pues él no sabía nadar. El había sido niño pobre.  Nunca había jugado tenis en El Cid, ni mucho menos se había metido a las albercas. Como los malditos cremas de apellidos impronuciables. Ellos también se arrepentirían. Ahí se acabaría "el ninguneo". O más bien comenzaría. Por definición. No. Se arrepentirían, se sentirían muy avergonzados de no haber descubierto su faceta indudablemente genial, de la cual hablaban todos sus alumnos. Todo esto pensó dirigiéndose a "Olas Altas" con su six en la mano. Ya estaba en la arena. Sólo era cuestión de acabar con todo de una buena vez y meterse al mar. Imaginó las esquelas que tapizarían "El Debate", "El Sol" y "El Noroeste" Con suerte y hasta en "La Jornada" ¿Por qué no? Esta última reflexión le dio el arrojo necesario para meterse al mar, apretando con fuerza la última cerveza Pacífico que tomaría.

Mientras tanto el gran animal blanco hacia su ronda. Estaba harto de bolsas de pan Bimbo, naranjas podridas, latas de atún o de sardina que ya le habían lastimado las encías.  Pero el hambre. Y la sed.  Un olor muy particular llegó a su olfato. Sí, era el olor de Cerveza Pacífico, olor que provenía de unas piernas humanas que pataleaban desesperadamente. Otro borracho. No, no se comería al borracho. Le había prometido a su mamá tiburona que ya no lo iba a hacer, pues después de comer ebrios le daba por pelearse con todos los tiburones,  que ya lo tenían en la mira. Estaba por regresar a las profundidades marinas con su anciana madre, resignado a cenar ese asqueroso plancton desabrido. El humano seguía pataleando.  ¿Por qué no ahorrarle la agonía? Sería la última vez que lo haría y además por una buena causa. Sin pensarlo más se fue sobre "El Cárcamo" y casi acabó con él de un buen mordisco. Casi, pues escupió un brazo que aún sostenía una Cerveza Pacífico. Comió unas cuantas algas para refrescar el aliento, pero la verdad es que ya estaba perfectamente borracho. Los malditos TA -Tiburones Anónimos- no se la perdonarían. Era la décima vez que reincidía en el alcohol.
En la mañana unos pescadores de playa norte descubrieron un brazo con una cerveza Pacífico. Trataron de separar la cerveza del brazo. Imposible. "Este compa ha de haber sido un aferrado, dejémos que se quede con su cerveza." dijo un pescador. La noticia corrió por todo Mazatlán. Debe ser de "El Cárcamo", concluyeron aliviados los mazatlecos. Una hermana reconoció el brazo. "Es de mi hermano. Lo se por el olor y porque nunca suelta su cerveza".
El brazo de "El Cárcamo" fue velado por los toreros  en "La Pachanga" con todo y cerveza. Con ellos -los toreros- había sido buena onda, aunque no los bajaba de putos. Pusieron a Joan Manuel Serrat y lloraron lágrimas de cocodrilo. A las once dijo "El manotas" que ya estaba bueno. La vida seguía y los parroquianos clamaban por más cerveza.  La hermana se llevó la caja. Se paró en el malecón. La invadió el coraje. "Pinche bueno para nada" dijo y aventó la caja lo más lejos que pudo.
Una noche, años después, el gran tiburón blanco celebraba cinco años de no comer borrachos. "Cuéntanos tu última borrachera" le pedían los tiburones para divertirse. El pez aflojó el cuerpo y contó su última borrachera, cuando había comido al "Cárcamo".
Sí. Era un tiburón muy respetado ahora. O eso pensaba. La verdad  es que últimamente los compañeros de Tiburones Anónimos ya estaban hartos. "Es un mamón", dijo uno de ellos. "Nomás se la pasa hablando de un tal García Marquez y este Vargas Llosa que deben ser igual de mamones que él." El más gandalla soltó "Uno tiene que vivir para que otros sobrevivan". Y sin mayor ceremonia, se fueron sobre el tiburón letrado y lo despedazaron. "Era un grillo" explicaron a su anciana madre, que nada más contestó. "Está bien. A decir verdad ya lo tenía hasta la coronilla".

Al día siguiente, los tiburones decidieron por unanimidad alejarse del puerto de Mazatlán, donde ahora los bañistas nadan con tranquilidad y, por una extraña razón, ponen la basura en su lugar.



martes, 11 de enero de 2011

La vida al estilo Hemingway

Cuando todo falla en la vida, no hay nada que Hemingway y una buena comida no puedan remediar. Sus novelas absorben y nos transportan por el tiempo y los océanos. 


Unirse a Hemingway es penetrar en los cafés, sorber vino, comer ostras, tapas, mojitos y encontrarse con infinidad de personajes rudos, desbordantes de magia, y un amor subyacente que nos puede seducir hasta enamorarnos de África, España, Cuba o la Costa Azul.


Sus peculiaridades y un lenguaje claro, conciso, definieron novelas y personajes. La comida y la gastronomía jugaron un papel importante para definir los guiones. 


Las relaciones personales en sus obras se construyeron entre acciones cotidianas, - el degustar un emparedado, el sorbo del vino blanco de Capri y la sensación corporal del amor fortuito. Sus personajes se recargan en el consumo y el placer para lidiar con la sociedad de la postguerra. Es a través de la comida y la bebida como encuentran sentido a la vida común.


Es así como un poco de comida y un sorbo pueden darle sentido y una experiencia auténtica en nuestras vidas. Por esta razón Finca Vigía, a semejanza de la casa del escritor en Cuba, brinda por uno de los más grandes escritores del siglo XX, Ernest Hemingway. El simple sabor de la vida será todo tuyo.